POR: PEDRO VARGUILLAS/ VENEZUELA/SÓLO DE MÁS ALLÁ/LUIS ALBERTO CRESPO/ VENEZUELA/LA CASA QUE SOY
Próximo a lo distante: sólo de más allá toda palabra
Por: Pedro Varguillas
Yo creo que la poesía venezolana es, como diría Javier Guerrero, una constelación afectiva, un universo de vidas atadas por la amistad, el compromiso y la lealtad para con quien es atravesado por la corriente de afectos que le hacen mantenerse relacionado con su mundo, es decir, el cosmos de nuestra poesía. Esta presentación es un vuelo y una vista a nuestra constelación afectiva. Pedro Varguillas escribe en Bogotá, Giordana García lee en Caracas y para iniciar la presentación de Sólo de más allá de Luis Alberto viene la voz transparente de Juan Sanchez Peláez a decirnos que: Luis Alberto “fue mi vecino, y dejo constancia de esto: el hombre de campo que hay en Luis Alberto Crespo jamás se habituó a otra ciudad que no fuera Carora, o los llanos o las provincias que la van recordando en el discurrir testimonial de su obra. Buen viajero, ha recorrido Paris, Moscú, Nueva York, ciudades inabarcables, más con frecuencia sólo se le ve aquí nombrando la tortolita, el caballo, lo alado, lo amargo, la vida maravillosa que nos rodea y nuestra parte de sombra. (…) Luis Alberto corporiza el paisaje, lo identifica con su mundo primordial, siente en cada costilla sus exclamaciones terribles de pérdida y agonía. Lo seco, lo desértico entran en su poema junto al desamparo inmenso que nos ofrece la tierra.” Acá está Juan hablándonos de la poesía de Luis lo que dura un breve, vertiginoso, relámpago. Vecinos, amigos, lectores. Estamos en esta presentación constelados de amor los cuatro, presentando la obra de Luis. Sigo a Juan al decir que a Luis Alberto lo corporiza el paisaje porque entre las palabras infinitas de Juan en el prólogo de Entreabierto y Sólo de más allá han transcurrido 39 años en los que el Cosmos de la imagen de Crespo se ha ensanchado y ha generado una gramática de la lengua para nombrarse en la imagen del poema. El poeta está en el más allá que lo hace nombrarse para salir de sí estando dentro de sí mismo. En la cosmología del universo Crespo se encuentra la tortolita, la puya, el polvo palabras todas que en la poesía Venezolana refieren directamente a la lengua de Crespo. En Sólo de más allá podemos encontrar una voz madura de poemas breves, casi haikus forma cercana al zen con la que viene experimentando desde Tierramenta (2009) o poemas casi documentales cercanos a Novenario (1970). Luis nos dijo hace muchos años ya que que a Carora la va a tumbar el viento y se empeña en sostener sus paredes con la voluntad de juntarse los huesos y hacerse un cuerpo que no se parta cuando venga el ventarrón a borrar las huellas, la vida misma.
La voz de Luis Alberto es la subversión del espacio en el lenguaje. Entonces, importa saber cuál es el dolor que llama la espina, no la espina. El espacio de la tierra que presiente lo árido porque la aridez es un estado del alma. En Luis Alberto la lengua atraviesa una desolación del lenguaje. Crear tierra santa, espacio único impenetrable, voz que es en el poema para luego como un niño que juega con pinturas derramar colores sobre lo hecho. Pero cuidado, no es destruirlo es (re)crearlo, es escribir sobre el espacio, debajo del espacio, en las paredes del abismo, en las huellas del alma. Es rayarse hasta el nombre, echarse al desierto a buscarse desnudo con la cara inclinada al sol y la boca abierta para secar la saliva. Secarse como única sombra de pertenencia. El lenguaje hace al sentido. Dígase, el poeta toma una palabra que afuera de su espacio se escribe espina y puya. En el poema “espina” es. La espina se siente, puede ser todo y es nada. La espina se nombra y desanda, la espina camina y se quiebra, a la espina le nacen alas y es la tortolita, la tortolita se agota y es perdiz, la perdiz deambula hasta caer y es tierra; y es la tierra donde el poeta escarba versos con sus manos para hacerse cuerpo y entonces viene a hablar de algo intimo, de algo único, viene a decirnos algo sólo de más allá. La palabra se convierte en una copia del espíritu y se traslada de cuerpo.
La palabra hace cuerpo en el poema, es cuerpo del poeta que se raya.
Me parece necesario hablar un poco de la lengua Crespo que tan terriblemente ha sido leída por críticos, comentadores y lectores a fines. Sabiendo que la resolana quema como el mediodía en la Calle San Juan o que la espina es una herida que se borra como las huellas en Playa bonita podemos acceder a la intimidad del libro que convoca a esta constelación para hablarle a un público del nacimiento que Fundarte ha servido de partera para traer al mundo este bello libro de la colección Autores Latinoamericanos donde Crespo está al lado de su amigo y maestro Ramón Palomares.
El libro abre con un epígrafe de Rilke: “Quién si yo gritara” y enuncia el tono desde donde Luis nos está hablando, suave su voz nombra el desgarro. Grita Rilke por él. Al pasar la página estamos entrando al Cosmos Crespo y nos dice: “Alguien borra el aire/ para no saber de ti” (7) empieza el libro en partida. ¿Cómo borrar el aire? Dónde está la voz del poeta, cómo acusar la búsqueda si han borrado el aire, es tachadura este mundo al que nos invitan, este canto que Rilke grita. Se está entonces, en el más allá.
Pensemos en un desierto, ojalá y ustedes supieran como es el camino entre Carora y Altagracia o San Francisco, entonces podrían saber la gravedad de la textura con la que se “tiñe el agua/ con una pluma de matar tórtolas” (7). Es sangre lo que viene soltando el poeta en su escritura, está derramándose. En esta hecatombe donde el aire se borró, donde existir es innombrable nos dice “Yo te ayudaría pero mejor no/ Sería peor cosa ser” (7). En este espacio ontológico Crespo nos da una entrada a su libro. Acá están pasando muchas cosas, hay un reverter de la lengua en desmesura. Se está más allá y hay que ver cómo el poema va a buscarse en su mundo.
Es hora de ir a la lengua. A la materia pura de construcción del poema. Como dice Juan al principio de esta conversación de amigos que estamos teniendo, la tortolita, el caballo, el jebe, la puya nombran la lengua Crespiana. Es acto de justicia poética y crítica valorar el Cosmos Crespo; así como un herbolario y una fauna nombran su poesía, también ha creado verbos que logran nombrar y hacer objeto y sujeto en sus versos. Nos dice Luis: “Esa devoción por ladearse/ que tiene lo inerte” (18). El verbo Ladear no existe en el diccionario de la real academia española y seguramente el maestro Bello asentaría su cabeza cuando digo: ladear es un verbo que se inventó crespo. Incluso publicó un libro con el nombre de Lado en 1998. Hace algunos años atrás hicieron una exposición de los dibujos de Crespo en la Galería de Arte Nacional. Habían Cujis, mucho cujis. Luis me ha dicho varias veces que él empezó a escribir poesía porque quería pintar y no se le dio la pintura, entonces empezó a darnos un mundo de imágenes que nombran y hacen visible su universo. El cují es un árbol que se inclina ante el viento en su sombra y justamente cuando una persona siente un dolor es normal que ladee su cuerpo para darse consuelo sobre el dolor con su mano, ladear es esquivar. Ladear nombrar el dolor Luis Alberto nos dice :
Esa devoción por ladease
que lo tiene inerte
En tus labio
sientes la lastimadura de las pendientes
Quiéreme así
a la luz que borbolla viva
Alcanzar el soplo de lo elevado
te endurece Te ha sucedido
Detrás de la mota de ortiga
se curva cada clemencia (18).
Se curva cada clemencia, ¿qué está pasando acá? El poema empezó ladeado, terminó curvado, es decir nos están nombrando el dolor: hay labios, hay cosas que duelen en la “lastimadura” usos verbales crespianos y ¿cómo se logra alcanzar el soplo de lo elevado? Cómo acceder a la imagen del dolor, cómo escuchar el gemir de la herida, cómo mantenerse erguido cuando lo etéreo hace duro el gesto, lo sabemos “te ha sucedido” nos dice Luis Alberto y podría verle la sonrisa al decirlo.
Cada poema de Luis Alberto es un acceso a la cosmogonía de su universo, entonces nombra el alma de lo orgánico “desde que te fuiste/ otro matorral tiene tu espíritu” (39) y prolonga su vida en otras formas vivientes no humanas:
Abrazar un árbol
es humano
Es todo uno
es lo mismo (44).
En la celebración cósmica de Sólo de más allá toda materia se espiritualiza entonces la poesía, la lengua y su voz piensan son agentes de pensamiento. Estar más allá es nombrarse desde sí: “Este lugar tiene espíritu/ escucha las cabras” (62). Sigue el canto, más allá se tiembla de sentir porque No hay pueblo más parecido al lamento que el orégano Suspira cuando los tropiezas (70).
En el cosmos Crespo todo siente, todo habla. La vida animal, vegetal, humana, terrestre y aérea. Luis Alberto nombra al mundo para nombrarse a sí y de esta manera sabemos que “ser nadie/ es una insolación” (64). No es paisaje como han querido decirnos a coro. No es el paisaje lo que nombra la voz de Luis Alberto, es la imagen de su mundo, es su voz el graznar de la cabra y su escritura es el espíritu. La poesía de Luis extrañamente nombra el agua, lo marino, lo acuático; de él sabemos que es un caballo, un señor de la distancia en el desierto y su la resolana, aún así el canto cósmico ofrecido en Solo de más allá nos humedece la textura de las palabras en su universo: “fui por lluvia/ oí su aridez” (103) y así el agua se transfigura en un espesor de sequía y polvo chamuscado. Lo líquido en la espesura de lo solo se hace una razón de mundo que aparece en el contacto con el Cosmos Crespo nos dice la voz compartiendo un
pensamiento:
El monte seco
hace la culebra
La lluvia
la imagina (121)
Hay una razón de mundo en contacto. Me pregunto, ¿acaso de la lengua de Luis Alberto Crespo, de la aridez por alma empieza a brotar un manantial que logra nombrar lo seco que el agua no puede lograr ser en sí mísma? Esta pregunta sólo la voz de Luis Alberto puede responderla, por ahora se despide en este libro reafirmándose, afirmando: “cuando ser es arena” (141). La lengua de Luis Alberto nos señala que cuando se está solo se está más allá.
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