YENET PÉREZ PRIETO/ ESTAMOS EN LA NOCHE/ LA CASA QUE SOY

 


EDITORIAL PRIMIGENIOS


Por: Manuel Vázquez Portal

Estamos en la noche, a primer impacto de sensorialidad, podría sugerirnos un ámbito tenebroso, un entorno maléfico, pero, inmediatamente deviene paisaje cósmico de subyugante hermosura, constelación de belleza. 

Poesía de vibraciones astrales, resonancias viscerales. Versos de registros rapsódicos que arroban por su armónico ritmo, imágenes arrancadas a la magnificencia de la nocturnidad esplendorosa que arropa como el tibio cendal de una habitación íntima.  

Y es que Yenet Pérez Prieto es fontana de luminosidades, no de tinieblas; sabe, a lo umbrío, hallarle los fulgores, a lo oscuro, el resplandor. 

Ahuyenta sombras con el fanal del verso. 

Pinta su casa del color de las grandes venturas y desgracias. Matiza con desgarrones y sobrevivencias a toda costa. Es única y plural, grano y cosmos. Agiganta la nimiedad y ajusta lo colosal. Su barrio puede ser el universo, y el universo la rosácea flor del roble de su calle.

No busca, encuentra cuando canta, cuando llora o aspira la sutil fragancia que viaja en la noche constelada de augurios y de sortilegios.  

La noche es su arboleda, su campanario. En ella trina desde un carámbano de luna, desde ella convoca, a badajazos tiernos, a la plegaria de la música universal. 

No llora por el sol, disfruta las estrellas. No añora el pasado porque sabe que perdería el presente. Cada instante lo vive en el instante mismo. Como lo brinda el cosmos. Ni como primero ni como último. Sabe que si lo vive como el último se llenará de desasosiegos; y si lo vive como el primero se colmará de expectativas fútiles; lo vive solamente en su infinita brevedad. 

Ha comprendido que la felicidad o la desdicha es una ringlera de instantes y ninguno sustituye al otro, que la historia se fabrica de instantes y que las sombras que pasan nada saben de la noche auténtica.

Yenet Pérez Prieto es una poetisa de rigores. Su verso es pulcro y sustancioso. Estructura y savia fluyen en un abrazo indisoluble. Sin concesiones ni prejuicios. Sin coyundas ni preconcepciones. Voz desatada, pero sin aspavientos. Sonoridades fuertes, pero sin altisonancias inútiles. Objetos líricos atrapados desde la sutileza y la sugerencia audaz de un sujeto lírico que los conduce hacia la consumación de un acto poético sin costurones visibles. Lisura y limpidez, ensoñación y sabiduría. Acumulación cultural y visión novedosa de asuntos que pueblan su universo.

Estamos en la noche sobresale por su tono elegiaco. Es de una tristeza honda, pero sin poses agónicas ni imposturas plañideras. Rezuma dolores, arde en nostalgias, bulle de melancolías, pero no se acoquina ni lloriquea: se eleva de cenizas y escombros, asciende a lo trascendente, se duele y transcurre en lo vital del aprendizaje. No acude a recetas, indaga en lo ignoto. Deshecha cicatrices, sana nuevas heridas. Torna bálsamo, consuelo el concierto de versos. Reconstruye al ser humano que lo construye para fijar su presencia en el transitar de la existencia. Heredero de la mejor tradición lírica, Estamos en la noche, rinde homenaje a la historia de una poesía que va desde el suntuoso nihilismo casaliano hasta la frondosidad teleológica lezamiana, pero se autentifica, se personaliza con la circunstancialidad de su sujeto lírico que se apropia de todo ese acervo, de toda esa tradición y nos brinda una voz nueva, poderosa y elevada: la voz de Yenet Pérez Prieto, que, a mi entender, resonará en el panorama de la literatura cubana.  

*

DIFERENCIAS


Te hospedé y desalojé de incontables maneras

de mi alma animal.

Nosotros que ya sabemos de hábitos y de silencios

pudiéramos seguir cayendo y decir que nunca sentimos

ese vacío tan parecido al sonido líquido de nuestros cuerpos

cuando se sostienen de sus sombras.

Será que solo recoges mis huellas trazadas en la ceniza

mis ojos punzados por el eco del recuerdo

mientras camino y voy perdiendo el miedo y me voy convirtiendo

en otra mucho más sabia y febril.

Sin volverme a la casa indefinida como alguien que logra

ciertas gobernaciones en la memoria de su amado/ cambios

inevitables en las cosas antiguas, en la palabra tiempo.

Será que me tenías/ me tienes en el gusto palpitante/ ilusorio 

del vermut / rizoma de lirio de Florencia, en el gusto dulce

de la Moscatel Frontignan/ tan lejana como los vinos del Rhin.

Scoth Lands 

en la embriaguez y en el doloroso crepitar de la noche eterna  

y mis vestidos y disfraces hacían de quimeras.

Si acercamos a la lumbre nuestros maderos, la sangre oscura

y neblinosa que nos bifurca los cuerpos; nuestra carne transida

y temblorosa

qué quedará de su aroma vegetal o del regio frío que regresa

con el ocio, qué quedará de nosotros

cuando transcurran las aguas, ese ensimismamiento de los días

como ráfaga de nada por las manos.

Si nos acercamos

te iré negando/ me irás negando la permanencia.

Nosotros que ya sabemos de hábitos y de silencios raudales.


*

LO QUE NOS ESCLAVIZA


El café se nos convierte en un recuerdo ajeno

repugnante ausencia

el sorbo: absurdo de una imagen

insistente y que no puede complacer.

Nescafé

Café

fe

Fe despojada de tilde, la fuerza está en el significado/

el significado de algunas cosas se basa en la muerte/

en la gloria de algunos.

El gesto disimulado, carente de sentimientos, no se escucha el goteo

de la sangre en el pecho ni la fuerza del puño en el vacío/ 

taza vacía sobre el tiempo como una postergación permanente.

Algunos complacen la tristeza con polvo reciclado/ rancia mordida

 de la espera, donde uno se desconoce

esclavo del hambre / irremediable / carne de bárbaros.

Y soporta las moscas, la soledad rumiando en los cajones

porque uno es el mejor lugar de soledad.

Uno, no poseyendo más que la madrugada

                                                                 soporta.

***

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