CONSUELO JIMÉNEZ/ PÁRVULAS CERTEZAS/ HAIKUS/LA CASA QUE SOY
Prólogo / Pedro Burgos Montero
Como escribiera Eugenio de Andrade, lo cierto es la palabra. Y con ella damos forma, en literatura, a los sentimientos. Eso ha hecho Consuelo Jiménez en su libro de haikus Párvulas Certezas, con una meticulosidad y ternura admirables, aunque la práctica del haiku no es como muchos pueden imaginar ni fácil ni de gran notoriedad entre los escritores occidentales, con la salvedad del mexicano Juan José Tablada y algunos otros ejemplos excepcionales. Por eso, los haikus recogidos en este libro de Consuelo Jiménez son una manifestación de esos ejemplos excepcionales. Y me atrevo a aseverar que han sido concebidos con la seguridad de su permanencia entre nosotros. Permanencia en la plenitud de lo mínimo que dijera Juan Ramón Jiménez. Y en la instantaneidad del canto, puesto que de ahí proceden y con él y a su través se emparejan y completan, ya por los rengas de hace siglos en Oriente, ya por las canciones tradicionales y el cante flamenco (la seguidilla) en España.
En definitiva, los haikus de Consuelo Jiménez han sido concebidos con rigurosidad, con sencillez y con la finalidad de permanecer ahí, elevados, pero asequibles, pues ya se sabe que "aquello con lo que limita cada cuerpo será su propio paisaje". No están bajo el lenguaje literario de las modas, sino captados con el buen quehacer de la inocencia y de la verdad. Inocencia y verdad que aún se alojan en las almas limpias, que aún, después de siglos, nos tocan y trastocan el espíritu. Esas diecisiete sílabas de cada pequeño haiku han sido escritas en la propia piel e hilvanadas entre sí por los ojos de la memoria, por su luz.
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Escrupulosa
con elegante porte
se abre la rosa
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Flor del ciruelo
en su rama un gorrión.
! Ya es primavera!.
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Bravas naranjas
saludan entre verdes
se palpa el futuro.
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