POR: SEBASTIÁN OLASO/ ARGENTINA/ JAURÍA & OTROS RELATOS/ HUGO PATUTO/ARGENTINA/LA CASA QUE SOY



No es fácil escribir un prólogo para un libro que se defiende solo. Quizás lo más adecuado sea invitar a los lectores a dar vuelta esta página ahora mismo y disfrutar de Jauría sin preocuparse por mis palabras.

Al ver que este prólogo continúa, sin embargo, algunos probablemente quieran seguir leyéndolo. Quienes entran lentamente en el mundo que propone un libro nuevo, quienes se sienten cómodos en este umbral que se ubica entre la tapa y los primeros textos, quizás encuentren aquí algo para rescatar, algo que los guíe para sumergirse en la lectura de otra manera.

A ellos puedo decirles que estamos acostumbrados a dar respuestas rápidas a preguntas que parecen poco relevantes. Si nos preguntan, por ejemplo, a qué se dedica un escritor, es probable que esbocemos una sonrisa burlona. Porque parece obvio: un escritor se dedica a escribir. Sí, la verdad es que un escritor se dedica a escribir. Pero es solo una parte de la verdad.

Un escritor también se dedica a no escribir, a dejar vacíos en el texto, a invitar al lector a llenar esos vacíos con lo que quiera, con lo que pueda. Entonces el lector se involucra y se convierte, casi siempre sin darse cuenta, en coautor del texto. Ese trabajo de creación paralela que realiza el lector, se llama textualización. Cuanto más espacio deja el narrador para que el lector textualice, más rico resultará el texto. Como sucede a veces al salir del cine, diferentes personas textualizan a su manera, y el resultado es que una misma historia es, en realidad, un mosaico de diversas historias posibles.

por qué un personaje se va, por qué otro se calla, qué sucederá al día siguiente.

En Jauría, Hugo Patuto trabaja con gran equilibrio la relación entre lo dicho y lo no dicho. Estos cuentos tienen el poder de no explicar, de dejar que las cosas sucedan, que los personajes actúen, que los finales queden abiertos. Hugo Patuto nos invita párrafo tras párrafo a apropiarnos de sus historias, a vivir en sus escenarios, a hacernos cargo de sus conflictos, de sus emociones, de sus consecuencias. Este equilibrio no es fácil de lograr. El autor corre el riesgo de que su texto resulte incomprensible, poco intenso, incluso.

Pero Hugo Patuto sabe qué, cómo, cuánto escribir. Y así lo demuestra en esta Jauría que leemos con placer un día y nos sigue rondando para siempre.

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