POR: CESC FORTUNY i FABRÉ/ ESPAÑA/ ELLAS/EDICIÓN MULTILINGÜE/AMANDA REVERÓN/VENEZUELA/LA CASA QUE SOY

 


Pasar de una lengua a otra, la misma realidad.

La casa que soy, ese proyecto asentado en un blog de infinitos tentáculos que publica regularmente a poetas de todo el mundo y que facilita sus traducciones siendo un hogar de encuentro entre traductores, poetas y lectores, auspicia esta antología de nada menos que cuarenta artistas traducidas al griego, al italiano, al inglés y al catalán por Stella Panagopulu, Hebe Muñoz, Don Cellini y Marian Raméntol respectivamente.

Dejando de lado si es que ello fuese posible, la gesta de reunir a las voces de 40 poetas de distintas partes del mundo, debo destacar la sutileza y el cariño para transmitir en tan poco espacio la esencia de cada una de ellas y por supuesto la iniciativa en si misma de acercar a otros idiomas su periplo poético.

Que las sensibilidades son distintas se antoja una obviedad, pero es reseñable que aparezcan los grandes temas de la poesía universal como preocupaciones de poetas tanto nóveles como más consagradas.

El Amor con esa mayúscula enfatizante y a través de tamices místicos, carnales, empoderantes, románticos o incluso liberadores, es el tema que quizás esté más presente, con permiso del dolor y la pena que provoca por ejemplo el exilio o las reflexiones de carácter escatológico y finalista.

Se respira en todas y cada una de las poetas el atávico esfuerzo del desabrigo poético, esgrimiendo una sobrecogedora sinceridad y sobrevolando ese territorio inmaterial, psíquico e incluso místico, reservado a aquellos que con respeto y cariño se atreven a acariciar con la mirada emancipada de prejuicios, sus versos.

Atañe aquí a los traductores que esa intimidad lo sea un poco menos, pero también que las palabras que bailan al son de la estructura de los versos, que canturrean con las distintas combinaciones que con ellos pueden formarse, no pierdan ni un ápice de la fuerza ni de la intención que la poeta quiso darles al transmutarlos en otra semántica y por supuesto otro vocabulario distinto.


Así pues, pasar de una lengua a otra para expresar la misma realidad como decían J. P. Vinay y J. Darbelnet y conservar las equivalencias semánticas y estilísticas, comprendiendo el significado de los poemas de origen para producir otro nuevo con significado equivalente en otro idioma, mimando al extremo cada inflexión, cada giro, en total fidelidad y complicidad con las autoras, ha sido la magia que han obrado los traductores.

Las distintas sensibilidades de las poetas implicadas se escapan a este modesto prólogo, siendo este un atractivo a sumar a la lista de incentivos de esta antología.

Me comentaba Carmen Virginia Rodríguez (Amanda Reverón), la mano experta que mueve los hilos de La casa que soy, que algunas de las autoras presentes en esta antología mostraban un franco interés en el trabajo de sus compañeras, preguntando a Amanda Reverón investigando en muchos casos para saber más, para leer más de esas compañeras que habían descubierto en estas páginas. No sé si además de la belleza que encierran sus versos, existe algo más delicado que el interés por el trabajo del otro, un carburante imprescindible no solo para crecer como artistas, sino para mantener vivo el arte. Sé además que a Amanda Reverón es este un tema que le preocupa especialmente, que los poetas que participan en sus propuestas se conozcan sino en persona cuanto menos a través de sus trabajos.

Invito a los lectores a disfrutar, a dejarse llevar por la potencia de estas mujeres, por su sensible fuerza, por sus hermosos arañazos sintácticos y por cada uno de sus poemas.


Cesc Fortuny i Fabré/Portal Literario “La Náusea”Cataluña – España 





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