ROSTROS DE LA POESÍA NIGERIANA/ TOYIN ADEWALE GABRIEL/ LA CASA QUE SOY

 


1.-


Exploradora de aromas

Como el fuego devora la hierba,

como las llamas consumen las cerillas,


la calle se traga mis pasos,

mi voz se disuelve en el suelo.


Conozco la bilis verde del hambriento.

Conozco el triunfo del polvo,


la despreciativa arrogancia del sol,

sobre los restos de empapadas


ratas. He cenado sobre perros raquíticos,

con sabor a orina acre.


Y a los pies de intrincados remanentes,

encuentro los más altos despojos,


De muslos de pollo aborrecidos por exceso.

Yo, exploradora de aromas,


vadeando a través del laberinto de arroz,

deleitándome en la basura. Digo que tus desechos


son para chuparse los dedos.

Dicen que los ricos también lloran,


danzando para aliviar su vergüenza,

sus llagas palpitantes.


*Traductor: Rafael Patiño Góez



2.-


Respuesta


Quién abrirá la bóveda de trofeos

cuando los elefantes se desvanecen como el polvo en la aspiradora

Quien contará el drama de los teatros al aire libre?

Quién recorrerá los laberintos, buscando los

champiñones en los jardines chinos perdidos?


Quién puede subir los tres ramales

hacia el castillo donde nunca puedes llegar.

Quién puede rastrear las sesenta millas en línea recta hacia la soledad

atravesando senderos de fino hilo entre la esperanza y la desesperación?


Recuerda las reliquias del hielo, la voz

del bosque, cuán desnuda, gimiendo en invierno.

Recuerda la primavera de ardillas negras, verdaderamente traviesas,

poderosamente triunfantes. Recuerda el verano de

flujos, de abejas de miel borrachas, un llamado teléfono sorpresivo

desde California. Recuerda el viento abundante

y roja y dorada, la nostalgia del otoño.


* Traducido del inglés por Myriam Rozenberg



3.-

Safari


(para Ogaga Ifowodo)


Cuando leí mis poemas,

goteantes de fuego y alcantarillas,

me preguntaron, ‘¿no escribe usted

acerca de árboles y constelaciones?’


Y yo dije, en esta tierra amamos con dolor

hasta las melenas parecen látigos.

No puedo fingir que la sangre en

mi boca es salsa de tomate.


Tu libro se aflige en mi mesa.

Las bromas en nuestro almuerzo se volvieron rancias

Qué sacrificio soportamos,

ladrillos sobre cabezas desgastadas.

Cargas que crecen abundantemente.


A través del polvo, busco tu aroma,

tu corazón de safari, esa curiosa dicha

que irriga tu poesía,

veo huesos vendidos en cuentas bancarias,

un depósito, a la espera de bárbaros.


Es por ello que el viento esparce tus palabras,

de avispas, de redes, de gemidos.


***


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