ROSTROS DE LA POESÍA ESPAÑOLA/ GONZALO ALCOBA GUTIÉRREZ/ LA CASA QUE SOY
1.-
EL RELOJ DEL FIN DEL MUNDO
Tiene las manos en llamas,
como dos lenguas de fuego;
y la sangre esparcida y espesa,
el corazón va sembrando
negrura en el mar y en el cielo.
El reloj del fin del mundo
tiene su brazo encendido
Y arrebolados los dientes.
Su corazón va marcando
Las horas del ciclo.
Latidos de plomo y azufre.
El centro ha cesado en su baile
y en su lugar yace, mudo,
el cuerpo helado del niño,
emergido en su humor impasible.
No nos mira. No nos ve.
Sus ojos son blancos
redondos, podridos.
Tiene la luna marchita
clavada en la garganta.
(Se oye de fondo el tic toc).
La lámina fina de plata
que ya envolvió su frente roja
es ahora una medusa
Y entre las piernas se muere.
(No le habéis dejado mundo
a sus lirios sagrados)
El reloj no se para. El tiempo no calla.
2.-
Aquel año ganamos la copa,
Salimos gigantes en todas las pantallas
De los dos hemisferios.
La cancha se quedó pequeña
Para cobijar al mundo entero,
-el mundo es una bomba Orsini-
Dijo el abuelo, que había buscado,
Desesperado, una metáfora
Y su frente resecada y su lengua marchita
Solo le devolvió esa,
Que nadie entendió allá. Pero qué más daba,
Si el abuelo estaba ya chocho
Y tampoco él había visto campeona a la Roja antes,
A pesar de sus años
Y de que había vivido una guerra y la mitad de otra
Y la crisis de petróleo
Y el desastre de Chernóbil
Y había visto antes a los militares,
En su otra parte del mundo,
Llegarse con los dedos incendiados
A la casa de Roco y los otros
Y llevarse presos a los muchachos
Que no habían hecho nada, salvo
Ser hijos del viejo Roco,
Que tampoco había hecho nada,
Sino que era comunista,
No porque le gustara a él mucho Cuba,
Ni Rusia
(Pues nunca había estado allá,
Ni quería),
Sino porque su padre, que era español,
Como nosotros ahora y los nietos
De Roco,
También era comunista
Y se había batido contra Hitler precisamente aquí,
Muy cerca
De donde ahora la nuestra salió campeona.
Así fue, pero el viejo
Ya no se acordaba de Roco, ni de los militares
Ni de la reputaconcha que los parió,
Como el diría,
Con ese acento suyo porteño, como de bailar tangos
Y enamorar bambis
En los clubes de danza, qué sé yo
(A mí no me llevaron nunca
A conocer Buenos Aires).
El viejo llora de verla campeona, a la roja.
Llora como un pibe,
Con sus ojitos pálidos, esos que le dejaron los años,
Cómo quien se lo lleva todo y deja solo
Alguna foto
O quizá una virgencita, o una reló,
Un recuerdo
Para que no te olvides
De qué vos fuiste y ya no,
Que ya no sos nada:
Un viejo, no más, al que los años dejaron
Unos ojos pálidos
Cómo la pared de un hospicio
O una tarde africana, de esas
Que a veces se instalan
En el sur de España, su patria vieja,
Que ahora ríe y canta, porque ganamos la copa.
El viejo llora, como lloran los viejos
Casi en silencio,
Sin que el mundo se mueva
-Qué fiesta de locos- dice el abuelo.
Y aprieta los labios.
- Ganamos, por fin.
- Sí ganamos, abuelo
Y él sabe que no. Que no ganó nada.
Y lo sé yo también,
Que nunca ganó, que no ganó nada.
Se acaba la noche, volvemos a casa.
La sopa caliente se quedó en la mesa,
Humeando,
Como una hoguera tranquila,
De esas que ustedes mismos prendieron
Para quemar rastrojos;
Arropado en el sillón, él duerme profundo.
Fuera,
Los pitidos de los autos y los cánticos
Son solo un murmullo
A lo lejos .
3.-
LA LLUVIA QUE SE CIERNE
Un disparo de luz,
En los rescoldos del fuego,
El arrebol de las nubes
Conquista tu espacio
Como un arroyo cansado.
Olvidaste la sólida prueba
Del calor en tu arena,
Tórridos vientos nocturnos:
De las sábanas floridas,
Nace una rosa en tu pecho
Que se escapó de tus sombras.
La luz clandestina la baña
A su paso inevitable, Despide aroma de sal y carámbanos de espuma.
(Las excepciones de tu piel son también bellas, porque tú nada encubres).
Los ojos que ocultan
Tus sueños
Se habrían teñido de verde,
Habrían perdido su tierra…
(las inexactitudes que guardas, las rozo con los dedos: yacen bajo la nevada).
El baño de brillos te alcanza,
Hasta el recóndito cielo.
Mas, si despiertas ahora,
Si decides hablar,
No repliegues las tropas,
Ni te arranques las flores
Como mudando la piel…
No, no lo hagas:
No quiero oír, por oír,
El redoble los años
Fieros sobre las ventanas,
Ni quiero aún presentir
El discurso de los truenos
Ni su descanso en el coral.
Vigila, mi amor,
Que no me apague los labios
(por favor, haz lo posible)
Esa lluvia que se cierne.
4.-
LAMENTO
Me lamentaba
porque me robabas el tiempo
para vivir muchas vidas,
Hasta que observé
que, al lamentarme, te miraba
y al mirarte, te veía
y, al verte,
vivía.
***
Gonzalo Alcoba Gutiérrez (Almería, 1983). pertenezco a la carrera judicial desde hace más de diez años y ejerzo hoy mi función como magistrado de un Juzgado de lo Social de Almería. Mi vocación de jurista no ha sido nunca un obstáculo para la búsqueda de otros horizontes, especialmente, los literarios. Crecí azuzado por una curiosidad ardiente, pero también disfruté de la quietud de los ratos con mis abuelos, que me enseñaron a amar la lectura y a refugiarme en ella. La enorme biblioteca de mis padres, cosida a retales, con viejos libros y otros nuevos, estaba repartida entre todas las habitaciones de mi casa, sin más orden ni previsión que el propio azar. Siendo un niño iba buscando el tacto de los libros, su olor y los testimonios de vidas pasadas escondidos en sus páginas. Descubría viejas recetas médicas, billetes de tren, invitaciones a actos profesionales y cartas a amigos o familiares escritas decenios antes y, mientras buscaba, encontraba versos, relatos, críticas… Quise seguir leyendo y, sin proponérmelo, empecé también a escribir.
A lo largo de mi vida, he dedicado muchas horas a escribir. Lo hago por profesión, redactando prosaicas sentencias judiciales, que, acertadas unas veces y otras quizá no, contribuyen a satisfacer mis aspiraciones por la justicia. Pero no sería quien soy sin los versos que siempre he escrito, muchos de los cuales jamás pasaron de ser un borrón en la cuartilla. Algunos de ellos, sin embargo, conforman hoy un breve libro que escribí por amor, Observación de un tigre, publicado en setiembre de 2023 (editorial Platero Coolbooks), pero escrito a lo largo de casi diez años. Está dedicado a mi compañera, Ana, que inspira cuanto de hermoso yo pueda aportar al mundo; y a nuestras dos hijas, Adriana y Claudia, que son todo mi universo.
Soy, además, un fiel lector de novelas y cuentos, que constituyen la única vía hacia el pleno reposo que conozco, cuando el mundo se vuelve demasiado complejo. Autores tan diferentes como Allende, Delibes, Saramago, Cortázar García Márquez, Onetti, Vargas Llosa, Piglia o Padura; Dostoyeski, Blasco Ibáñez, Cervantes… me han dado los mejores momentos de mi juventud y me han inspirado miles de historias que, casi siempre, se quedaron encerradas en mi cabeza, hasta borrarse en el olvido. Pero algunas veces sí decidí salir de las ensoñaciones y escribir. Hace unos meses, en mayo de 2023, publiqué algunas de esas historias, en una antología de cuentos que titulé como uno de ellos, La Ofensa (editorial ECU).
Interesado por el mundo y sus avatares, he colaborado en periódicos como el Ideal y El Diario de Almería, en el que ha publicado columnas de opinión, reseñas literarias, entrevistas y cuentos. He colaborado también en diversas ocasiones con la revista El Ciervo y realicé una participación para la web Agenda Pública, del diario El País, al respecto del proceso judicial para la retirada del cadáver del dictador Francisco Franco desde el Valle de Cuelgamuros.
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