LUCIA ALFARO/ ROSTROS DE LA POESÍA COSTARRICENSE/ LA CASA QUE SOY

 

*

La casa


Esta casa que tengo por nombre 

está desnuda, 

rodeada de arbustos marchitos.

No hay risas diminutas

delineando zaguanes.


¿Dónde ocultaré 

la imperfección del pétalo, 

la veranera 

que no quiso sonreír 

en estas frías tapias?


No hay un solo recuerdo, 

ni un escondite 

donde ocultar 

mi sombra y mi locura.

La noche es 

una gaviota enferma

que agoniza en mis ojos. 


  (poema del libro Antagonía, Editorial Torremozas, España 2015)


*

Inverosímil

Un lugar que existe en un poema de Ledo Ivo

es un río que madruga para ir a fabricar

el agua de las lágrimas…

                            Juan Carlos Mestre


Todos pensaban que ella estaba loca,

aunque su corazón de bandera sin patria

repetía que solo estaba sola

y sus poros se abrían para el beso.

Octubre no volvió a llover,

solo se acurrucaba

en el resquicio de su última neblina.


Él estaba encorvado,

ya casi sin estar:

cobre, polen o sol de otros zaguanes.

No podía llorar,

pero en sus venas

se jugaba la sal de los caminos

y el azul de un octubre

que gritaba que solo estaba solo.

El nenúfar, el miedo y sus ventanas,

y el subversivo luto de los lagos

devolvieron la piedra

y sus fantasmas.


Los vientos ancestrales

confundieron el beso con el grito,

pero octubre no volvió a llover,

solo moría.

Y es que octubre

fue un papalote solitario

frente a luna que maldijo el océano,

un madero rendido

palpitando en la playa

de un lugar que no existe.


*

Umbría

La casa está llena de puertas,

de formas y colores yuxtapuestos,

de minotauros ocultos que la piensan.


En las ventanas 

atisban satélites mecánicos, 

innumerables hélices 

que vigilan su sombra.


Pero ella sabe 

que debe desaprender la luna

y no nombrarla.

Sabe que no debe perseguir 

ese hilo de sangre.


Todo se ha vuelto 

un pájaro anónimo,

que no lámpara

ni palabra perfecta, 

sino demente ego, 

falsario, hiperbólico.


Ella sabe 

que todo pasa 

con la nube que fluye 

y se diluye en la última ceniza.

Sabe también que el pálpito 

un día dejará de empujar 

el río que la habita. 


Que no lámpara, dije, 

ni mito

ni poema esperando el cadalso,

solo un corazón de niña 

sentada en el umbral de la casa.


*

Tregua


Necesito reconstruir su rostro,

su círculo perfecto 

cada treinta de octubre

y no morir de mar en el intento.


Necesito llegar a ese puerto

donde llegan los pájaros

que perdieron el rastro

y hacer de este corazón

un muelle silencioso

en desventaja idónea,

para que copulen las ballenas,

los naufragios, los delfines,

y que el fin de las sirenas

no sea la extinción de los sueños.


Necesito encontrarla flameando 

en los faros de los barcos de infancia

sin cobardía o valor, 

simplemente mirarla de cinco años

en las latas urgentes de los techos

y lavarle los ojos con la sal 

de mis aguas ocultas,

cauterizar la sangre, 

y la mentira

con la grafía rebelde

que palpita debajo de esta huella.


(poemas del libro Las lunas del mal, Editorial Summa, Perú 2020)


***


L
ucía Alfaro, poeta, graduada en Administración de Empresas y Bachiller en Filología Española por la Universidad de Costa Rica, con estudios de maestría en Literatura Latinoamericana. Presidenta de la Fundación Jorge Debravo, Gestora Sociocultural del Grupo Literario Poiesis y Directora adjunta de Poiesis Editores. Pertenece a la Asociación Costarricense de Escritoras. Ha publicado 7 poemarios y ha sido antologada en diversas compilaciones nacionales e internacionales. Invitada a Festivales Intenacionales en Nicaragua, México, Panamá, España, Brasil, Colombia, Uruguay, República Dominicana, Perú, Guatemala, Ecuador y Estados Unidos. Parte de su obra se ha publicado en periódicos y revistas internacionales y nacionales, tanto virtuales como impresas. Traducida al portugués, al inglés y al italiano. 

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